Publicado en Contrapunto
La semana comienza y recomienza. Sábados y domingos se acortan
mientras más aprendemos a disfrutarlos. Las calles repletas de gente a
contrarreloj. Entonces, llega la poesía salvadora. Un libro en el morral
me acompaña, a la espera cómplice de un instante de respiro. Lo saco,
lo abro, me dejo envolver con el aroma a papel y llego por azar a la
página 75.
El poema se llama Un consejo.
Dice:
"Puedes buscar el sentido de la vida en
las cosas más sencillas: la cocaína,
el alcohol, alguna puta,
el triste cigarrillo".
Entonces, alguien me interrumpe. Buenos días profe, y yo respondo con
sonrisa apresurada, de ese tipo de gesto que dice que estamos ocupados
pero que no queremos ser odiosos.
Sigo:
"También puedes encontrar el
sentido de la vida en
otros cielos más profundos: los clavos
de Cristo, la hoz y el martillo,
la aromaterapia o la poesía".
Llega el vigilante con el gigantesco manojo de llaves. Buenos días
profe, y yo me levanto con el libro a medio cerrar, con mi dedo índice
marcando la página. Saludo de vuelta y agradezco la puerta abierta.
Digo: pasen, pasen.
Y mientras se preparan en los pupitres, retomo:
"Pero si, en realidad, deseas ferozmente
hallar
el sentido de la vida
-el desnudo miedo que llaman destino-tan solo ve y
mírate al espejo:ese muerto que dulcemente te sonríe,
tiene todas las respuestas".
Entro al salón e inicio la clase. Muestro el libro, lo recomiendo.
Leo el poema y el silencio unánime me demuestra que el consejo ha
llegado a su destino. Al final del día, todos, ellos y yo, nos veremos
al espejo buscando esa sonrisa que promete respuestas.
Tal vez Alberto Barrera Tyszka sintió un resoplido en la oreja cuando
lo leímos. Y si no, tal vez lea esta nota y sabrá que su poesía
reunida, bajo el nombre La inquietud, cumplió la misión.
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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