Publicado en Ciudad CCS
Luis Britto García es, sin duda alguna,
uno de los pensadores más importantes de la Venezuela contemporánea. Su
manera de observar, analizar, digerir, interpretar y explicar la
realidad hace de él una especie de leit motiv entre quienes militamos
para la Revolución Bolivariana. Hacemos de él como personaje y de su
obra como aporte fundamental para la batalla de las ideas, un lugar de
verbo y acción cotidianos. Siempre volvemos a la palabra de Luis Britto
García cuando el mundo real insiste en desdibujarnos.
Para quienes trabajamos bajo regímenes
oficinescos, aprovechamos los fines de semana para las gestiones
domésticas. El sábado pasado fue para mí un día de absoluta burocracia
hogareña. Hacer mercado, ir al médico, el retoque necesario de la
imagen, visitar a la familia. Todo ello, que en soledad pudiera resultar
tedioso (y más en tiempos de guerra económica) fue un escenario
propicio para pasar el día con Luis Britto García.
Mi estimado amigo Kelvin Malavé de
Fundarte me entregó hace pocos días El imperio contracultural, del rock a
la postmodernidad, que está entre las novedades del sello editorial de
la Alcaldía de Caracas y que se puede conseguir en el café-librería El
Techo de La Ballena, en la esquina Las Gradillas, a pocos pasos de la
Plaza Bolívar de nuestra ciudad capital. Bien, gracias a Kelvin y a
Fundarte, mi sábado de trámites domésticos se convirtió en una gran
aventura, porque en cada momento de espera o reposo o calma abría el
libro y allí estaba Luis Britto García, con su palabra certera y
necesaria, explicándome la realidad del mundo.
Qué son las culturas, las subculturas y
las contraculturas, cómo los grandes imperios nos dominan desde ellas y
por ellas, cómo lo político y lo económico les abren paso, es parte de
lo que se van a conseguir en este libro imprescindible (como casi toda
la obra de Luis). De hecho, entre los tantos aciertos de este libro, su
autor nos invoca y nos provoca con afirmaciones como esta:
“Como la cultura se sustenta en las diversas memorias individuales de los integrantes del cuerpo social, y en las redes simbólicas a través de las cuales se comunican, dicho modelo no es homogéneo, como tampoco lo es la sociedad. De hecho, memorias y culturas son sistemas de advertir heterogeneidades. De allí que a toda discontinuidad, a toda divergencia de condiciones dentro del grupo social, corresponda una diferenciación del modelo. Así como toda cultura es parcial, a toda parcialidad dentro de ella corresponde una subcultura. Cuando la subcultura llega a un grado de conflicto inconciliable con la cultura dominante, se produce una contracultura: una batalla entre modelos, una guerra entre concepciones del mundo, que no es más que la expresión de la discordia entre grupos que ya no se encuentran integrados ni protegidos dentro del conjunto del cuerpo social”.
También nos dice Luis Britto que “en una
sociedad que se diferencie en clases, castas o grupos, florecerán
culturas clasistas, de casta o grupales. En una sociedad que discrimina
sexualmente, aparecerán subculturas masculinas y femeninas. En una
sociedad que se extienda sobre ámbitos geográficos diversos, se
generarán subculturas del llano y de la montaña, de la costa y del
continente, del campo y de la ciudad”.
Este libro sirve como pretexto
para repensarnos como cultura, subcultura o contracultura. ¿Dónde
estamos, quiénes somos, y por qué las garras imperiales insisten en
hacernos retroceder? Las posibles respuestas están sobre el tapete.
Debatamos, pues, sobre ellas.
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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