Publicado en Ciudad CCS
Cada libro tiene su historia, y ese
pedacito de uno mismo que hace de cada libro un recuerdo es lo que los
acompaña, además del contenido de sus páginas. Nunca es igual el
manuscrito de su autor a lo que se une como parte de nuestra biblioteca.
Hace un par de semanas acepté una invitación para pasar una tarde de
viernes en el Café-libro El Techo de la Ballena de la esquina Gradillas.
Un espacio ganado para la paz, para el
encuentro y para la celebración de lo lúdico como trinchera. Otro golazo
de nuestro querido alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez.
Gracias a la iniciativa de la gran
defensora del libro Marialcira Matute pude aprender los secretos del
oficio de librero. Junto al escritor Iván Padilla Bravo atendimos mesas,
recomendamos libros y participamos en interesantes tertulias con los
comensales.
Incluso leí un par de poemas y dimos
varias entrevistas. En ese ir y venir, hurgando en los anaqueles que van
desde el suelo hasta el techo, con una escalera de rueditas robándose
toda la atención del público, se produjo un hermoso reencuentro: un
nuevo libro de mi querido amigo Julio Borromé.
Así que sin buscarlo, Julio, gran poeta y
promotor cultural trujillano, me sorprendió con Los intelectuales y la
filosofía de lo popular, donde nos empuja a reflexionar sobre la
Revolución Bolivariana y la revolución cultural, sobre la reinvención de
la utopía, sobre nuestra concepción de belleza y sobre nuestros brazos
abiertos como practicantes del amor colectivo. Una edición impecable,
como siempre, del Fondo Editorial Fundarte, que recomendaré a mis amigos
y amigas en plena Feria Internacional del Libro, que comienza en pocos
días y que se convierte en una gran fiesta.
Por lo pronto, les dejo algunos pasajes
de este libro de Julio Borromé, a quien les recomiendo no pierdan de
vista, porque es de esos creadores que producen sin descanso, que no le
dan espacio al silencio, que militan con su obra:
“En la Revolución Bolivariana nosotros comprendemos a los intelectuales en virtud de su auténtica contribución a establecer la endopatía, que consiste en revivir el tejido afectivo de las comunidades y sus espacios comunitarios. Con esto tenemos que el proceso de la comprensión de lo político debe ser considerado como expresión de la identidad y de las formas en que aparecen las manifestaciones culturales, la conexión vivencial de los intelectuales, las comunidades y los saberes. Pero dichas expresiones surgen de las profundidades de los procesos sociales, políticos y culturales. Solo entonces podremos preguntarnos acerca de la vitalidad de las filosofías de lo popular como categoría que puede recoger y expresar en la aportación crítica de su método, las características, el substrato ontológico y estético, a una relación con este todo contenido en la vida, en las que han de nacer nuevas estructuras políticas y nuevos modelos de entender la relación de los ciudadanos con sus lugares de reconocimiento”.
Creo que gracias a Julio (o por culpa de
Julio, quién sabe) pienso en aquellos “intelectuales” de cajita feliz,
esos que no se llenan los zapatos de tierra, esos que se la dan de
bravucones a través de las redes sociales. Esos mismos que desprecian al
pueblo y defienden a la cultura como una propiedad de las grandes
élites académicas, donde en lugar del aire fresco corre la fría
distancia de un aire acondicionado.
Celebro a intelectuales de a pie como
Julio Borromé, quienes llegan a nosotros gracias a la democratización
del libro y la lectura. Solo posible en Revolución.
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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