Publicado en Desde La Plaza
Así como ese dicho popular que dice: Todos los caminos conducen a Roma, para un escritor todos los elementos que lo rodean pueden resultar disparadores para contar historias.
Julio Cortázar, uno de los escritores más importantes e imprescindibles de hispanoamérica y el mundo, hizo de lo onírico la fuente de inspiración para muchos de sus mejores relatos.
Si entendemos lo onírico, según la Real Academia Española como lo
“perteneciente o relativo a los sueños” y al sueño como los elementos
representados en la fantasía de alguien mientras duerme, sabremos
entonces que además de hermosas imágenes o pesadillas terribles, lo que soñamos pudiera servir para escribir obras literarias.
En su texto Algunos aspectos del cuento, Julio Cortázar lo explica:
“La mayoría de mis cuentos fueron escritos -cómo decirlo- al margen de mi voluntad, por encima o por debajo de mi conciencia razonante, como si yo no fuera más que un médium por el cual pasaba y se manifestaba una fuerza ajena”.
Ese estado casi de
hipnosis en el que el escritor se sienta frente a la máquina y se deja
poseer por algo inexplicable para poder producir su obra, es una anécdota que puede resultar común para muchos artistas en cualquiera de las disciplinas de creación.
Ensimismarse y alcanzar el más alto nivel de concentración hasta caer
al margen de la propia voluntad hace posible el acto creativo.
“Muchos de mis
cuentos fantásticos nacieron en un territorio onírico y yo tuve la buena
fortuna que en algunos casos el sensor de la conciencia no fue
despiadado y me permitió registrar con palabras el contenido de mis
sueños”, explicó Cortázar, “puede decirse que lo fantástico que
contienen viene de regiones arquetípicas que de una manera u otra todos
compartimos, y que en el acto de leer esos cuentos el lector es testigo o descubre algo de sí mismo. He comprobado muchas veces este fenómeno con un viejo cuento mío titulado Casa tomada que yo soñé con todos los detalles que figuran en el texto y que escribí al saltar de la cama, todavía envuelto en la horrible náusea de su final”.
El cuento Casa tomada al que se refiere Cortázar es una de sus obras más celebradas y es el que inicia su libro Bestiario. Allí cuenta la historia de dos hermanos (Irene y el narrador) que viven en una casa heredada por sus bisabuelos, abuelos y padres.
Se trata de una casa colonial muy antigua, grande y espaciosa, a la que
los protagonistas han dedicado su vida para cuidarla. A lo largo de la
historia comienzan a aparecer elementos inexplicables como ruidos
extraños, susurros, sillas volcadas y los hermanos se ven obligados a ir
abandonando lugares de la casa. Los intrusos misteriosos terminan por
apoderarse de toda la casa y los hermanos quedan sin hogar. Al final,
los hermanos tiran la llave para que ningún ladrón desafortunado pueda
entrar a ese lugar asediado por instrusos misteriosos de los cuales
Cortázar nunca aclara quiénes o qué son.
El cuento está repleto de simbolismos que han dado pie a infinitas interpretaciones y estudios en diferentes idiomas. Sin duda, es uno de los relatos más importantes de Julio Cortázar. Demuestra, además, que de un sueño o una pesadilla puede resultar una obra de arte que jamás perderá vigencia.
Porque los motivos de inspiración para un escritor pueden venir de
cualquier parte, así como dijo Cortázar durante sus clases de literatura
en la Universidad de Berkeley en 1980: “Siempre he escrito sin
saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una
serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede
pasar por la ventana”. Y aquí queda claro que la clave es dejar volar la
imaginación.
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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