Publicado en Contrapunto
Fue mi profe en un par de oportunidades. La primera, en un diplomado
de Narrativas Contemporáneas que pude realizar en la Universidad
Católica Andrés Bello en el 2013. Un año después, en el ICREA, un taller
de diez sesiones sobre el arte de escribir (releer y corregir) cuentos.
Antes del diplomado no lo conocía, pero a partir de allí pude leerlo. Y
en esa nueva aventura, me quedé enganchada a La maquina clásica.
Supe por su propia voz, hace tiempo vía chat, que estaba preparando
un libro sobre el humor en Venezuela. ¿Quién iba a pensar que nos
reencontraríamos en pleno y tumultoso 2015, él desde la vitrina y yo
desde el otro lado del umbral hecho de vidrio?
Allí estaba Roberto Echeto como curador de 70 años de humor en
Venezuela, justo al lado de otro libro que estaba buscando y que forma
parte de la misma colección: 70 años de entrevistas en Venezuela, porque
allí está una entrevista formidable a Julio Cortázar que yo tenía que
tener como si mi vida dependiera de ello, cronopia al fin.
Me alegró volverme a ver con ese querido profe que me abrió la puerta
hacia la magia de la crónica. Luego, cuando alcé mi propio vuelo,
encontraría la magia de la crónica en otros lugares y en otros autores.
Pero como suele ocurrir con cada detalle cotidiano, la primera vez es
inolvidable.
Al ver ese libro tapa dura, en vivo amarillo y letras en una especie
de naranja eléctrico, de un cuidado extraordinario y una edición
particularmente hermosa, lo supe de inmediato: sería el próximo
protagonista de mi columna en Contrapunto. Sin ánimos de pavoneo alguno,
certifico que así fue. Me dije: el tipo de público que lee Contrapunto
debe interesarse por este libro y sospecho que mi profe también se pasea
por allí, así que me leerá y tal vez se sonría recordando a esa alumna
piedra en el zapato que fui.
Justamente, al googlear a Roberto encontré una entrevista que
Contrapunto le hizo al momento del lanzamiento de 70 años de humor en
Venezuela. De allí rescato una frase: “El humor siempre es incómodo
porque dice verdades. Punto”. Y es así. Más allá de posturas, discursos y
militancias, el humor nos divierte e incomoda a todos por igual. Y creo
que, me disculpas profe por reacomodar tu frase, justamente esa
capacidad de incomodarnos, de sacarnos de nuestro confort anímico, es lo
que hace del humor algo tan atractivo.
Es poco lo que se puede decir a partir de un título tan específico: 70 años de humor.
Listo. Y en Venezuela. Bien. Ya saben por dónde vienen los tiros. Eso
sí, les puedo adelantar que las siete décadas están organizadas en
cuatro grandes fragmentos. El primero: El caso Nazoa o tres humoristas
en una misma familia (refiriéndose a Aquiles, Aníbal y Claudio). El
segundo: El extraño y prolífico caso de las revistas de humor (donde los
grandes ausentes son el Especulador Precoz y Globoterror). El tercero:
El caso de los nuevos maestros (y siguen los grandes ausentes de la
izquierda como Carola Chávez y los Robertos, por mencionar a unos
pocos). Y el cuarto (con más y más ausentes de izquierda, como Iván
Lira): El caso de los raros que nunca faltan.
A pesar de las ausencias evidentes, de las cuales no podía dejar de
hacer mención, aprecio y rescato especialmente la teoría del humor según
Roberto Echeto. De allí, algunas afirmaciones como “la risa es una
respuesta del cuerpo (de todo el cuerpo) ante estímulos intangibles”,
mientras que el humor es “la posibilidad de construir una atmósfera de
distensión y alegría”.
Seguramente esta reseña traiga cola, como quien dice. Alguien me
criticará por haber criticado las ausencias en el libro y otros me
criticarán por haber comprado (y disfrutado) un libro donde
evidentemente iban a haber grandes ausencias. Sin embargo, y no es
primera vez que lo digo, el libro es el lugar de encuentro por
excelencia. El humor también. Negarlo es imposible, por muy incómodo que
resulte.
Lo que queda es que ustedes lo busquen en las vitrinas, lo lleven a casa y lo disfruten. Después me cuentan qué tal les pareció.
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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