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martes, 9 de junio de 2015

EL MURMULLO DE SOL

Publicado en Ciudad CCS


Desde siempre el botón se ha tomado su tiempo para abrocharse y desabrocharse –continuó doña Paquita–. No subestimará jamás este objeto tan menudo; nadie como él le quita tanta prisa a la pasión, inflamándola. —¿Cómo? —Algún día lo comprenderá. Incluso para esto tiene paciencia el botón: sabe cuándo aparecer. La mujer recogió el botón. Lo plantó en la mano del niño donde iba a crecer simbólicamente. —Tómelo como un pacto de belleza. Un objeto así siempre vale la pena ser contemplado.

Canción de la aguja
Sol Linares (Trujillo, 1978)

Librera, ajedrecista, actriz. Lectora voraz. Andina. Mujer de verbo, palabra, acción y pluma. Con un secreto muy bien guardado, Sol Linares sabe hacer de las imágenes un rosario de recuerdos, revolviéndolo todo, rodeándonos con los aromas de una paz inusual entre los paisajes que hemos vivido o visto o de los cuales nos han contado. Ha ganado varios premios y eso dice mucho de su forma de escribir. Entre los más nombrados, el ALBA Narrativa con su Percusión y tomate. Además, el Municipal de Literatura Luis Britto García con su Canción de la aguja.

Hace un par de años pude conocerla en la Librería del Sur de la Casa del Artista, en Caracas. Coincidimos en la grabación de un programa de La Librería Mediática (que transmite Venezolana de Televisión los sábados en la mañana) gracias a nuestra amiga en común Marialcira Matute. No recuerdo en realidad cómo la imaginaba, solo sé que al darle la mano hubo una sensación de calma en la que sus libros me hablaban por ella.

Así, como el botón que doña Paquita le mostraba a Olinto en la Canción de la aguja, a Sol hay que contemplarla, porque se toma su tiempo para hablar y contar historias. Un ritmo envidiable que transmite en las páginas y en persona, una especie de peligroso murmullo. No creo que tenga que ver con que haya nacido en Escuque, estado Trujillo, a pesar de que exista esa especie de leyenda sobre la quietud andina. Tal vez tenga que ver que en sus pocos años haya leído muchísimos libros y que se dedique con fervor a recomendar lecturas.

En Canción de la aguja, Sol hurga con afán la relación madre-hijo con el pretexto de una máquina de coser. Olinto, su protagonista, es ante el mundo un simple administrador de la Jefatura de Policía, pero cuando su madre fallece y le hereda esa máquina de coser, él se reencuentra con su verdadera vocación: la sastrería.

Allí comienza una reconstrucción de tiempos y retazos de la personalidad del protagonista, en la que el hecho de coser se hace metáfora de cómo vamos siendo y dejando de ser. Sol hace juego con el discurso clásico y apacible, muy lejos de ese estilo violento al que nos ha acostumbrado la literatura urbana. Se amarra a los tiempos del Caracazo y hace de Guarenas y Trujillo sus escenarios.

La sencillez nos engaña, porque a pesar de las generosas descripciones de cada detalle, de cada habitación y de cada suceso, nos arrincona entre las páginas para obligarnos, con la delicadeza del arrullo, a mirarnos una vez más.

@GipsyGastello
ggastello@gmail.com

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