Recomendamos

martes, 9 de junio de 2015

EDUARDO MARIÑO Y EL PARAÍSO QUE TODOS LLEVAMOS POR DENTRO

Publicado en Ciudad CCS



“Muchas veces me he preguntado por mis viejos conocidos, por la gente que se ha ido quedando en mis recuerdos y cuyos desvencijados reflejos ocasionalmente me asaltan de improviso en cualquier lugar, a cualquier hora, en circunstancias tan disímiles como inesperadas. Justamente sentado en esta mesa, frente a este escenario donde una muchacha de ojos lejanos comenzará en un instante a alborotar toda la mezcolanza de remembranzas e historias confusas y perdidas, me doy cuenta de que una especie de sombra ha estado de alguna manera rondándome toda la noche anterior y este día confuso. Me doy cuenta de que inconscientemente he estado recordando –a la vez que recreándola– una noche casi totalmente extinta en la memoria”.

Así dice en Los rumores del sueño, uno de los relatos que nos presenta el prestigioso poeta cojedeño Eduardo Mariño, Premio Nacional de Poesía, en su antología Aprendizaje del paraíso inferior, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana. Un recorrido nostálgico, pudiera decirse que filosófico, sobre el tiempo y el espacio es lo que colorea estas páginas que nos hablan de vida y existencia.

La magia del libro corresponde a su capacidad de proponernos estados de ánimo, de producirnos emociones y sensaciones que de otra manera se hubiesen quedado dormidas. Ese artilugio es el máximo secreto que guardan las manos de un artesano de la palabra como Eduardo Mariño. Además de su poesía y su narrativa evocadoras, Eduardo ha dejado huella como facilitador de talleres de literatura y también ganó el Premio Nacional del Libro en el año 2002 con su celebrado poemario La vida profana de Evaristo Jiménez.

En Aprendizaje del paraíso inferior se reúnen 14 años de arduo trabajo por la palabra multiforme. Entonces, nos deleita con una extensa serie de microrrelatos, el collage y las estructuras poco convencionales que logran abrirnos la puerta hacia una atmósfera reveladora de ese ser sensitivo que todos y todas llevamos por dentro con postales como esta: 

“Ya me ven, sentado a la orilla del camino, un ciudadano de tercera o cuarta espina viendo pasar una vida a la que nunca ha pertenecido este espíritu prestado, que me impone el verbo como panacea en la memoria fría de los amaneceres, un rosario de besos aquilatando las deudas, los rencores y la soledad del domingo como religión o condena”.

La verdad es que hay que tener talento para entristecernos un poco sin razón aparente, solo a través de una lectura cotidiana y agazapada, en un libro que se abre silencioso. Entonces, en medio del huracán de las grandes ciudades y los contrarrelojes, Eduardo nos empuja hacia la pared y nos obliga a pensar más allá porque “sueña que la memoria del mundo es la palabra de un niño, honda e ingenua, que lo asombra al cruzar una esquina y regresar a ese cuerpo meditado en los laberintos sacros del poema o la mancha borrosa sobre el lienzo transparente”.

Cerramos el libro y seguimos con nuestras vidas. Pero ya es demasiado tarde, este poeta que también narra historias breves con una prosa implacable, se nos quedó plasmado y nos dice al oído que nuestra vida no es más que una “afantasmada representación”.

@GipsyGastello
ggastello@gmail.com

1 comentario:

  1. Hace poco comprè -sin saber lo que compraba- este hermoso libro de Eduardo Mariño en la librerìa del Complejo Teresa Carreño, que ahora voy disfrutando y re-disfrutando. Difìcil encontra màs poesìa que en esta prosa... Daniel E. Pérez-Neuquèn-Patagonia Argentina

    ResponderEliminar