Publicado en Contrapunto
Abriendo las páginas de un periódico de circulación nacional, el azar
juega sus cartas a mi favor y me encuentro con ese tipo de noticia que
resulta tan placentera: El 82% de la población venezolana lee con
frecuencia.
La última encuesta del comportamiento del lector,
realizada rigurosamente por el Centro Nacional del Libro (CENAL), arrojó
esta cifra tan esperanzadora, colocando a Venezuela como el tercer país
más lector de América Latina, luego de Argentina y México.
Exactamente,
82,2% de los venezolanos y las venezolanas leen libros. A pesar de esa
declaratoria de indigencia cultural que tan vehementemente lanzó al aire
Leonardo Padrón este año en el Festival de Lectura de Chacao, en medio
de una guerra económica que cada día afila más y más sus garras,
alrededor de 25 millones de personas en nuestro país leen libros (y
cuidado si no más). No sólo revistas deportivas o de moda, panfletos,
páginas web y noticias; libros, con todo lo que eso significa.
Con esta extraordinaria noticia entre mis manos, ya con el día
resuelto de la alegría, decido pensar en qué significa aquello de “leer
libros”. Me voy, evidentemente, a los libros que hablan sobre leer
libros.
Para Pedro Laín Entralgo, “es, pues, la lectura —al
menos cuando logra su pleno acabamiento— un silencioso coloquio del
lector con el autor de lo leído. Éste da figura escrita a una parte de
lo que su espíritu contiene, idea, sentimiento, recuerdo o invención; y
el lector llega a serlo plenamente cuando, puesto en contacto sensorial
con lo escrito, descubre y entiende lo que con ello quiso el autor
expresar”.
En su libro La aventura de leer, publicado
en 1956, Pedro Laín Entralgo nos explica que esa conjunción silenciosa
entre autor y lector “es ante todo recreación, así de la materia leída
como del alma lectora”. De hecho, afirma que “la lectura recrea y nos
recrea”, ya que “todo cuanto un hombre lee es por él personalmente
recreado, vuelto a crear”. Lo ejemplifica con mucha claridad: “El
pensamiento de Aristóteles y la significación humana de Hamlet vuelven a
nacer, recreados por el lector, si éste entiende de veras su lectura”.
¿Por qué habla de recrear y recrearse? Porque el lector, además de
volver a crear gracias a su plena interpretación de lo leído, “se crea a
sí mismo de nuevo, vuelve a crear su propio espíritu. Recreación es, en
efecto, esa enmienda que de nosotros hace la lectura cuando aquello que
se lee interviene, rectificándonos, en lo que conservamos de nuestra
vida anterior: saberes, hábitos intelectuales o estimativos”.
Venezuela
es un país de lectores y lectoras. Entonces, es un país en el que el
82,2% de su población está en un constante recrear, a partir de la plena
interpretación de lo leído. Sería interesante saber qué es lo que
estamos leyendo, como especie de brújula para conocer la ruta que hemos
demarcado para construir nuestro futuro. Allí, estoy segura,
encontraremos muchas de las respuestas que tanto estamos buscando.
Para Albert Béguin, en su libro de 1973 Creación y destino,
“lo que somos en la actualidad está compuesto sin duda de encuentros
humanos, de accidentes de todo tipo, de nuestras miserias y nuestros
éxitos, pero también, en un grado inapreciable, en un grado inmenso, de
los libros que hemos leído, de los libros que se han convertido en
nuestra propia sustancia”.
No es poca cosa que seamos un país lector. De hecho, allí, en los
rincones más escondidos de nuestro hábito, podemos descubrirnos a
nosotros mismos. Tal vez sea hora de que los grandes estudiosos de la
realidad nacional, “opinadores” de oficio y personalidades de la crema y
nata de esa nueva casta ocupadora de titulares, se detengan un momento
en esta cifra tan felizmente impactante, para que logren afinar su
mirada escudriñadora que a diario nos señala como un país inmerso en el
caos.
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