Publicado en Contrapunto
Uno de los escritores que más han influenciado mi manera de ver y
hacer el mundo es José Saramago. Esta es una frase sin dobleces. A
Saramago lo descubrí en plena adolescencia, momento en el que los
grandes personajes, las grandes historias y los grandes gestos nos
marcan de por vida. Leí El evangelio según Jesucristo a los 15 y Ensayo sobre la ceguera
a los 18. Lo adopté de inmediato a mi lista de maestros, esos
escritores que me susurran al oído cuando me siento frente a la
pantalla.
Luego de mucho leerlo y de sumergirme en su poesía, yo ya contaba con unos veintitantos al encontrar un grueso libro titulado Poesía completa,
lo descubrí más allá de su narrativa. Lo encontré como pensador, como
político, como militante de las causas justas, como cronista de su
tiempo que son nuestros tiempos. Una puerta se abrió y más allá de ella,
estaba un Saramago único e irrepetible, lúcido y atinado como casi ningún otro intelectual de su época.
Me
vi, entonces, representada e interpretada por él. Comencé a mirar y
hacer el mundo desde sus ojos nostálgicos, claros pero pesimistas,
severos con la humanidad y conscientes de la sed autodestructiva de
nuestra especie.
Porque fue él, José Saramago, quien dijo: "No nos importa vivir en la basura, porque salimos a la calle perfumados".
El gran denunciante de las catastróficas consecuencias de la sociedad
de consumo, alertó: "Las industrias culturales de nuestro tiempo,
servidas por máquinas de promoción y propaganda apuntadas a tácticas y
estrategias de prominencia ideológica que de alguna manera convierten en
obsoleto el recurso a las acciones directas, vienen reduciendo a los
países menores a un mero papel de figurantes, induciéndolos a un primer
grado de invisibilidad, de inexistencia".
En otro momento, Saramago pudo desnudarnos como salvajes civilizados, porque a propósito del Ensayo sobre la ceguera,
nos lanzó una gran verdad: "Lo que llamamos todo el mundo es el estado
de la desgraciada humanidad que somos, inevitablemente compuesta por
viejos que fueron jóvenes, de jóvenes que han de ser viejos, de otros
que ya no son jóvenes y todavía no son viejos (...). ¿Qué es la razón
para nosotros? Ante una situación determinada todos nos comportamos de
un modo irracional. Esta es la idea: las personas están ciegas".
Como
estamos en una época en la que la ceguera dejó de ser una opción, y a
propósito de fechas conmemorativas que le dan un aire a la vigencia de
los legados, acudamos a José Saramago, que aunque tenga cinco años de
haber alzado vuelo, aún tiene mucho qué decirnos.
Así que les recomiendo este libro: Saramago, una mirada triste y lúcida,
de Andrés Sorel. Es, sin duda, un mapa que nos toma de la mano para
recorrer a este gran Premio Nobel de Literatura de principio a fin.
@GipsyGastello
ggastello@gmail.com
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