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viernes, 31 de julio de 2015

DESDE LAS ENTRAÑAS DEL TEATRO, ANÍBAL GRUNN NOS CUENTA SU VIDA

Publicado en Contrapunto



Los nuevos talentos aprenden a través del ejemplo de los grandes maestros, de allí la importancia de que los legados queden para la historia en forma tangible, para que las lecciones logren vencer el paso del tiempo.

El Fondo Editorial Fundarte publicó La razón... de mi actuación, un testimonio de vida de Aníbal Grunn, indiscutible personalidad de la cultura que con arduo trabajo es protagonista y testigo del teatro contamporáneo. Más allá de la anécdota y de la historia contada, Aníbal se dispone ante nosotros como libro abierto para ayudarnos a descubrir su recorrido de más de 40 obras teatrales escritas en 50 años de vida artística.

Nacido en Bahía Blanca, Argentina, Aníbal Grunn llegó a Venezuela en 1975. Allí desarrolló casi toda su carrera como actor, director, dramaturgo y maestro de actores. Perteneció por una década a la Fundación Rajatabla. Actualmente reside en Guanare, estado Protuguesa, donde es integrante de la Compañía Regional de Teatro de esa entidad.

La razón... de mi actuación es una generosa compilación de entretelones, secretos, fracasos y éxitos, de sorpresas del destino y viajes por las ciudades más importantes del mundo en nombre del arte dramático. Un libro, sin duda alguna, que resultará como brújula o mapa para quienes están comenzando en el difícil trabajo de hacer teatro. Tener el privilegio de leer los aciertos y desaciertos de los grandes es una oportunidad irrepetible que Fundarte hace posible.

Aníbal nos cuenta con detalle y desenfado las intimidades del Grupo Rajatabla, su cercanía con Carlos Giménez y las presiones que jugaron sus cartas durante los últimos días de vida de Carlos. Decisiones por tomar, mares de dudas, la disyuntiva plena de parar o seguir. Por eso, cedo el resto de mi espacio de los sábados para dejarles, a manera de abreboca, un fragmento del libro. Página y media que narra descarnadamente la despedida a quien fuera una de las máximas expresiones del teatro, el irrepetible Carlos Giménez.



Se los dejo, no sin antes recomendarles este libro tan sentido. Es un acto de valentía de Aníbal Grunn desnudarse ante nosotros de esta manera tan honesta. Logra con su vida conectarse a nosotros a través de la transparencia. Lo felicito por eso. Entonces, aquí el fragmento que forma parte del capítulo "Las dos partidas":

Se fue sin decirnos nada, despacio, callado. Nos dejó solos con algunas herramientas, con el dolor de la ausencia y del silencio.

Algunos de sus proyectos no llegaron a ver la luz, otros se mantienen a golpes y contragolpes y los menos siguen en pie.

Un hombre polémico al que todavía le pretenden cobrar la factura de su inteligencia.
Me pasé toda la noche sin dormir, a su lado, reflexioné, medité, me sentí fuera de mí. Junto a mí, el féretro y a mi lado sus hermanas y sobrinos.

Como a las ocho de la mañana comenzó a llegar mucha gente. Seguí sentado en el mismo sitio. Llegaban autoridades importantes, presidentes, ex-presidentes, me saludaban. Yo respondía como en automático. Sobre el mediodía levantaron el ataúd. Me acerqué con intenciones de acompañarlo, alguien me empujó y me quitaron. Salimos al patio de la funeraria. Los aplausos fueron una despedida interminable para alguien que fue la máxima expresión del teatro. Una amiga me abrazó, comencé a llorar y no dejé de hacerlo hasta llegar al cementerio.

Frente a mí, ese terrible hueco de tierra. No llovía, había sol. La Cantoría lo despidió con el Te quiero de Mario Benedetti y música de Alberto Favero. Lloré sin control. La tierra cubrió el féretro, se hizo una montaña de coronas de flores. Alguien me quiso llevar, dije que no. Me quedé allí, solo. Más lejos las cámaras de televisión entrevistaban a algunos compañeros. Un tipo se acercó, me insultó, me gritó:

—Aprende, hijo de puta, así se despide a los grandes.

Lloré. Todos se fueron. Me quedé solo. Comencé a caminar y a bajar de esa montaña donde él se quedó para siempre enterrado. En un hueco que no le pertenece. No recuerdo cómo, esa noche dormí en mi casa de San Cristóbal.

Por eso decía que para muchos su ausencia es irreparable, pero para otros se produjo como un aire. Un aire, ¿para qué?

Muchas veces me he preguntado, ¿dónde están los detractores que tanto intentaron fastidiar su trabajo? ¿Qué han hecho luego? ¿Los que brindaron y levantaron las copas cuando murió, dónde andan? ¿Su obra creadora, dónde está?

Algunos directores intentaron imitar sus códigos, creyendo que todo era cuestión de poner agua y fuego en escena, paraguas negros o un poco de humo con contraluces y calles. Sin darse cuenta de que la imaginación creadora del genio le pertenece sólo a él, no se puede imitar; no se puede copiar; porque le falta la escencia: su alma.

@GipsyGastello
ggastello@gmail.com

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